“La clase media no nos va a llevar al paraíso”

Ricardo López

Advertencia de un experto

El Espectador, Colombia. Economía 19 Sep 2015 – 09:00 PM

Cuando a comienzos de este año el presidente Juan Manuel Santos, los gremios económicos y las instituciones financieras anunciaron que Colombia por fin se había convertido en una sociedad de clase media lista para el posconflicto, el historiador Ricardo López experimentó un deja vu, esa sensación casi paranormal de revivir lo ya vivido. Como cuando liberales y conservadores pactaron el fin de La Violencia hace más de medio siglo, ahora, en otra coyuntura en la que se apuesta al fin de la guerra, la alta dirigencia proclamaba triunfante que el crecimiento de los sectores intermedios había superado el punto de inflexión, lo que los convertía en la piedra angular de la paz futura.
Profesor de historia latinoamericana en Western Washington University, Ricardo López es reconocido internacionalmente por su trabajo profundo sobre la clase media. Cuenta que fue una de esas frases lapidarias que disparan los amigos lo que le despertó la curiosidad. “Se le salió la clase media”, le dijo un compañero de la Universidad Nacional, en donde se graduó como historiador, en medio de un debate, sin saber que lo estaba animando a llevar una vida dedicada a comprender dicha idea. Su llegada a Estados Unidos, país considerado la sociedad de clase media por excelencia, para hacer su doctorado a finales de los 90, terminó de convencerlo de la necesidad urgente del tema.
En libros y conferencias, Ricardo López ha dado a conocer trabajos de autores sobre diferentes partes del mundo. Su propia investigación, a punto de salir publicada como libro, es un estudio de larga data sobre Colombia, basada en archivos públicos y privados en distintas regiones del país y Estados Unidos, y entrevistas a profundidad con empleados, profesionales y pequeños propietarios. Desde este conocimiento extenso, habló en exclusiva para El Espectador sobre los mitos e ilusiones de la noción de una sociedad predominantemente de clase media como respuesta al postconflicto y a la posibilidad de lograr la paz.
El Espectador: Uno de las ideas más arraigadas de las democracias modernas es que los países de clase media son sociedades pacíficas pues el conflicto producto de la desigualdad social está ausente. ¿Aplica en el caso colombiano?
Ricardo López: A finales de los 50, con la creación del Frente Nacional, la clase media aparecía como la respuesta a La Violencia. La apuesta era crear una clase media que modernizara a la élite, a la clase obrera y a los campesinos. Se pensaba la educación como una inversión económica para enriquecer lo que empezaba a llamarse “el capital humano” y hubo una expansión del sector servicios y de la urbanización. Pero eso no era un invento de Colombia, era una idea trasnacional en un contexto anti-comunista, como posibilidad de superar la tensión entre capital y trabajo. Desde entonces se recurre a la noción de clase media para legitimar un presente, la cual siempre tiene unas características muy particulares que nunca en el discurso político se especifican.

EE: Según el último informe del Banco Interamericano de Desarrollo y el estudio que el ministro Alejandro Gaviria publicó recientemente con la Universidad de los Andes, la clase media se define por el nivel de ingresos familiares, que oscila entre los 10 y los 50 dólares diarios. ¿Qué otras características el discurso político está dejando de especificar?

RL: Esas estadísticas no son descripciones de una realidad sino más bien un proyecto político para legitimar cierta versión de la sociedad. Cuando Santos, Uribe, el BID, la ANDI y otros dicen que hemos logrado ser un país de clase media se ve como un gran triunfo. Pero, ¿qué hay detrás? Detrás hay una sociedad donde se celebra el individualismo, el éxito económico como un proyecto individual resultado de una sociedad de mercado siempre urbana centrada en el consumo. Detrás hay una legitimación de una forma de riqueza, una celebración de un país excluyente. Mire el discurso sobre la educación, por ejemplo. [El politólogo] James Robinson dijo hace poco que para modernizar a Colombia no se necesita solucionar el problema de la tierra sino educación. Lo interesantes es que la educación se presenta como si fuera solamente un asunto de clase media y al campesino en un estatus menor, que necesita de educación para llegar a ser más. Pero los campesinos en Colombia tienen muchas propuestas de qué tipo de educación les gustaría. Ellos no están en contradicción con la educación, ellos son sujetos modernos, pero proponen una modernidad diferente.

EE: Precisamente han sido los campesinos, los indígenas y otros sectores considerados de menor estatus los que en los últimos años se han movilizado para proponer otro tipo de educación, de economía, de país. ¿La clase media colombiana tiene proyecto político propio?

RL: Sí, claro. Pero en términos de representación democrática y participación política, la clase media no nos va a llevar al paraíso porque su historia es de exclusión, de jerarquización de la sociedad. En ese sentido es trascendental que en las comisiones de la verdad también le demos una responsabilidad a la clase media. Hablamos de la responsabilidad de las élites, de los empresarios, de las oligarquías, de las guerrillas, pero las clases medias también han jugado un papel fundamental en el conflicto y en la perpetuación de la violencia. No es gratuito que Carlos Castaño haya dicho que la formación de los paramilitares no tenía tanto que ver con las élites sino que eran el brazo armado de las olvidadas clases medias.

EE: ¿Qué es entonces lo que nos están vendiendo con el discurso de Colombia como una sociedad de clase media?

RL: Para ponerlo en términos muy simples, lo que nos venden es una versión neoliberal de la sociedad en donde te educas para conseguir un trabajo en el que vas a ser explotado pero del que tienes que estar agradecido. No es una sociedad de derechos. Y el mejor ejemplo es la expansión del tipo de contrato por prestación de servicios: eres independiente, no tienes jefe y puedes trabajar desde tu casa. Esa es la versión de clase media que ganó históricamente, no es la versión de los empleados y profesionales radicalizados de los años 30, 60 y 70.

EE: El gran modelo de sociedad de clase media en el mundo es Estados Unidos, ¿qué similitudes o diferencias ha encontrado con el caso norteamericano?

RL: Históricamente hablando, el modelo de clase media de Estados Unidos fue un proyecto imperialista, y de ahí es de donde vienen las similitudes. En cuestiones de género, por ejemplo, en los años 50, la idea de familia de clase media era heterosexual, en donde el hombre era el proveedor y la mujer se quedaba en casa. En los años 60, se alteran las dinámicas familiares y surge la clase media radicalizada y había muchas cartas y diálogos entre ambos países sobre lo que se quería crear, una sociedad diferente a la que se proponía desde el poder, desde la Alianza para el Progreso. Es decir, había un proyecto imperialista de los norteamericanos que se le salió de las manos a las élites. Las conexiones no se dan simplemente como una realidad histórica sino como política. Hay similitudes y diferencias, por ejemplo, el consumo: casa, carro y beca. Y las diferencias, según los que diseñaban la política internacional, dada la herencia colonial en Colombia la clase media se interesaba más por tener una muchacha de servicio.

EE: Ante esta historia de exclusión y jerarquización, ¿qué papel cree que puede tener la clase media en la construcción de una paz duradera?

RL: En las universidades, por ejemplo, jugaría un papel crucial en legitimar otra versión de educación, para la democracia, la ciudadanía, la paz y la inclusión. La clase media radicalizada de los 60 y 70 ofreció definiciones de nación y sociedad muy importantes y eso no se ha perdido, el movimiento estudiantil y docente actual ha logrado cosas en ese sentido. Los profesionales de la salud jugarían un papel muy importante en pensar una sociedad donde la salud es un derecho y no una mercancía. Toda la gente que participó en los informes para el entendimiento del conflicto es de clase media e hicieron una contribución para una sociedad más pacífica. Mujeres de clase media también han jugado un papel muy importante en la defensa de los derechos reproductivos y en las nociones de violencia doméstica. Otro punto muy importante es la consolidación de una clase media rural, de pequeños propietarios. Y la responsabilidad histórica de la que hablaba antes, pues el conflicto armado no ha sido solamente una realidad rural, ha sido también creado por el país urbano y eso hay que reconocerlo política e históricamente. Ahora bien, la idea que se nos vende es que si logramos una sociedad de clase media ya no vamos a necesitar política, solo administración y, por otro lado, tendemos a pensar el proceso de paz y el posconflicto como puntos de llegadas. Y ahí el problema. Porque si vemos el posconflicto como punto de partida podremos ver que lo que necesitamos ahora es otra forma de hacer la política, que todas las voces se escuchen, donde las diferentes visiones de sociedad, de nación, se puedan incluir.

Los derrotados
Dos décadas de investigación le han enseñado a Ricardo López que la noción neoliberal de clase media ahora triunfante es resultado de una larga lucha en la que otras versiones fueron derrotadas en franca lid o a sangre y fuego.
En los años 30, con la República Liberal, las incipientes clases medias abrazaron el gaitanismo y forjaron una conciencia de sí como líderes naturales de las clases populares.
Durante La Violencia de los 50, muchos empleados y profesionales terminaron comprometidos con la izquierda y, posteriormente, en contra de la idea prevalente de ellos como mediadores entre ricos y pobres.
A esta utopía respondió la Alianza para el Progreso en los 60. Y aunque muchos se sumaron a sus programas, otros usaron ese discurso desarrollista para cuestionar a la dirigencia tradicional por su incapacidad para gobernar la modernización del país.
El desgaste del Frente Nacional en los 70, la política de terror de la administración Turbay en los 80, y las guerras del narcotráfico y el paramilitarismo en los 90 terminaron por acorralar a esa clase media radical hasta su mínima expresión.
Por ello López concluye que la actual versión neoliberal “no es una contradicción, sino una posibilidad histórica, una decisión de poder”.
Los endeudados
De acuerdo al último estudio sobre endeudamiento de consumo publicado por la firma Kantar Worldpanel en el 2014, los consumidores colombianos son los más endeudados de toda América Latina, seguidos por los chilenos. El 65% de los hogares admitió haber recurrido al crédito para adquirir electrodomésticos, pagar educación, comprar ropa y artículos para el hogar, es decir, para mantener un nivel de vida de clase media.
A Ricardo López, acostumbrado a tomar las estadísticas con pinzas, estos números lo llevan a preguntarse: “¿este es el tipo de sociedad que queremos, estar endeudados y celebrar un consumo para el que no tenemos la capacidad?” Lo más interesante, asegura López, es que ese estilo de vida a tarjetazo reproduce la sociedad del individualismo y la exclusión, raíz de nuestro conflicto y, por tanto, debería ser uno de los puntos claves de la mesa de La Habana y la reconciliación nacional. “Tenemos que conectar esos proyectos de violencia con proyectos políticos, ahí es cuando uno se da cuenta que hay que reivindicar parcialmente ciertos ideas de izquierda, como pensar que la educación no necesariamente debe estar regida por el mercado y que el éxito económico también puede ser colectivo”.